jueves, 21 de febrero de 2019

Atlético de Madrid devora a la Juve

Un gran Atlético de Madrid, agigantado ante un desafío enorme, anuló y devoró ayer al Juventus en el partido de ida de los octavos de final de la Liga de Campeones, disparado hacia el duelo de vuelta en Turín por los goles de los uruguayos José María Giménez y Diego Godín y un sensacional 2-0.

Ganó con indiscutible merecimiento, no recibió ningún tanto en contra y llegará al Juventus Stadium con dos goles de ventaja. Un plan y un desenlace perfecto para un equipo que quiere la Liga de Campeones, que no entiende de favoritos, que fue capaz de dejar en prácticamente nada a un rival de tal talla y a Cristiano Ronaldo.

Y pese al VAR. De estreno en los octavos de final del torneo de los torneos, sin él la ventaja habría sido incluso mayor para el conjunto rojiblanco, frustrado por un tanto anulado a Álvaro Morata, concedido primero por el árbitro, antes de visionar de nuevo la jugada. Ni siquiera eso le hizo decaer. Luego logró los dos goles.

Cada nuevo estadio necesita sus historias; momentos imborrables que transcienden el tiempo. En ello está el Wanda Metropolitano, que ya disfrutó con las semifinales de la Liga Europa ante el Arsenal y que ahora quiere más. Mucho más. Ya tiene una noche de Champions vibrante, pero aún queda completarla el 12 de marzo en Turín.

No hay matices en la competitividad del Atlético. Tampoco en Diego Costa. Un “guerrero”, como lo calificó Simeone, pero también mucho más. El pasado sábado reapareció dos meses y diez días después de una lesión; ayer les irrumpió en once con la voracidad, la fuerza y la pasión que le hacen temible para cualquier oponente.

Lo logró el Atlético, con un sensacional testarazo de Morata en un estupendo pase de Filipe... Pero lo frustró el VAR. El Atlético, que insistió e insistió hasta que logró lo que tanto buscaba: el 1-0.

Siete minutos después, cuando una serie de rebotes después de un saque de esquina le quedaron al alcance de Giménez, que se lanzó con el alma para remachar el gol del Atlético, merecido sin duda, para desatar la fiesta en el Metropolitano, agrandada instantes después, cuando Godín, impecable todo el duelo, culminó la apoteosis: el 2-0.

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