La admiración que despierta el fútbol español es directamente proporcional al escalofrío que generan sus cuentas económicas.
Si desde hace casi una década se habla de la crisis del sector, expresada por esa veintena de clubes que, incapaces de lograr hacer frente a sus deudas, se han acogido a la ley concursal, desde que en 2008 la economía española se metió en el pozo del que todavía no ha salido, la situación se ha agravado hasta hacer saltar todas las alarmas. ¿Puede entrar en liquidación algún club? Ni siquiera el presidente de la federación, Ángel María Villar, lo descartó: “Me temo lo peor”.
El Deportivo, con una deuda de 100 millones de euros según Augusto César Lendoiro y último en la Liga; el Málaga, castigado por la UEFA por impagos; el Valencia, en manos de la Generalitat y el Guadalajara, denunciado por la misma Liga de Fútbol Profesional por supuestos trapicheos en la última ampliación de capital, son solo los últimos ejemplos, los más extremos, pero el mal es generalizado: el sector arrastra una deuda de unos 3.600 millones de euros (600 con Hacienda), según el Consejo Superior de Deportes (CSD).
Hay “dudas razonables sobre la viabilidad de muchos clubes”, advierten los expertos de KPMG Sports que han analizado el modelo de negocio del fútbol.
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