Ángel María Villar convivía con el escándalo sin distraerse. Lo suyo fue siempre ejercer el poder de la forma en que le enseñó su admirado Julio Humberto Grondona: sin dejarlo jamás ni compartirlo con nadie, salvo con la familia.
Lleva 29 años al frente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), sobrevivió no sin heridas el huracán del FIFAgate que arrasó a muchos de sus viejos camaradas, sostuvo su influencia en la UEFA -es aún vicepresidente- y les plantó cara a enemigos temibles, desde el gobierno de España hasta los clubes que forman la Liga Profesional.
El martes pasado, a los 67 años, Villar descubrió que a veces no es cierto aquello de que "todo pasa" cuando una delegación de la Guardia Civil lo detuvo bajo la acusación de haberse enriquecido con dinero de la federación y de comprar votos de dirigentes para eternizarse en el cargo.
Junto a él cayó su hijo Gorka, un abogado y lobbista de 44 años que hasta el año pasado se desempeñó como director general de la Conmebol. Poco antes de morir, Grondona lo había encumbrado a ese cargo. Tuvo que irse en medio de denuncias de extorsiones y estafas para quedarse con negocios vinculados al deporte.
El derrumbe del clan Villar conmociona a España y amenaza con dejar al desnudo un gigantesco entramado de corrupción en el fútbol de selecciones. Ya hay al menos cuatro detenidos en la operación. El juez Santiago Pedraz, de la Audiencia Nacional, investiga supuestos delitos de corrupción entre particulares, falsedad, administración desleal, apropiación indebida y alzamiento de bienes, según informó la Guardia Civil.
Los investigadores tienen elementos para sospechar que el presidente de la RFEF cobraba comisiones ilegales por la celebración de partidos amistosos de España, sobre todo después del título mundial de 2010, que subió su cachet por las nubes.
La operatoria sería la siguiente, según funcionarios judiciales al tanto de la causa: se pactaban los encuentros con los presidentes de otras federaciones, éstas pagaban falsos servicios de asesoramiento a la empresa Sports and Advisers, propiedad de Gorka Villar, y luego se repartían el dinero.
Según las fuentes, uno de los muchos partidos en la mira es el que España disputó en Buenos Aires el 7 de septiembre de 2010 para estrenar su condición de campeón del mundo. Grondona y Villar vieron juntos el triunfo 4-1 de la Argentina desde el palco presidencial del estadio de River. Poco después Gorka Villar empezó a trabajar para la Conmebol en calidad de asesor.
La mano de Grondona estuvo detrás de esa designación y de sus ascensos posteriores, sin precedente para un europeo. Nada que ocultar. Hace dos años, después del superclásico del gas pimienta, Julio Grondona hijo contó en una entrevista de radio las gestiones que había hecho para atenuar las sanciones a Boca: "Hablé con la persona indicada, el señor Gorka Villar, que está en la Confederación por mi padre y hoy es el gerente general, además de un excelente abogado que nos ayuda en la FIFA".
Julio Humberto Grondona y Ángel María Villar eran aliados en la FIFA -sostenes del caído en desgracia Joseph Blatter-, declaraban a menudo su admiración mutua y aparecieron asociados a negocios de dudosa transparencia.
Los dos cedieron durante años la gestión de los derechos de imagen de sus respectivas selecciones a la empresa Santa Mónica Sports. Las actividades de ese grupo, que quebró en 2015 y dejó una deuda de 20 millones de euros con la RFEF, forman parte de la causa por la que fue detenido Villar.
Cuando murió Grondona, en julio de 2014, el dirigente español no dudó en tomarse un avión de urgencia a Buenos Aires. "Será poco menos que imposible encontrar otro dirigente de su colosal calado y humanidad", dijo al llegar al funeral.
Eran épocas en que los escándalos morían en los medios de comunicación. A lo sumo algún descuido saltaba a los juzgados, como cuando se descubrió que la RFEF se había quedado con 200.000 euros que el Estado le había otorgado para hacer obras benéficas en Haití.
En 2015 el FIFAgate puso en la mira a Villar. Su nombre y el de su hijo aparecían en denuncias vinculadas a la supuesta compra de voluntades para asignar los mundiales de Rusia y Qatar. Pero, mientras caían Blatter y Michel Platini, Villar "El eterno" esquivaba las balas. Parecía incluso fortalecerse. Llegó a ejercer como presidente de la UEFA el año pasado durante la Eurocopa de Francia. Y no dejó de aparecer edición tras edición en el asiento de al lado de Felipe VI en las finales de la Copa del Rey, la máxima competición que organiza la RFEF.
Su desgracia se cocinaba a fuego lento. Desde hace al menos un año la Justicia oía sus conversaciones telefónicas. La Fiscalía Anticorrupción indaga en los contratos que la RFEF le otorgó a dedo a la empresa del hijo de Villar; le encargaba desde organizar cursos de formación hasta la gestión de los derechos de imagen y de televisación de la selección.
Otra pata de la investigación pretende probar el uso de fondos de la federación para favorecer a dirigentes regionales con derecho a voto en la asamblea general que elige al presidente.
A pesar de ser resistido por los grandes clubes profesionales -el titular de la Liga, Javier Tebas, es su máximo enemigo público- Villar logró blindarse en el poder con el apoyo del fútbol amateur y de las federaciones regionales. El gobierno de Mariano Rajoy lo presionó durante meses para que reformara el método de elección. Él se resistió y en mayo pasado ganó su octavo mandato de cuatro años.
Juró que esta sí iba a ser la última vez. No esperaría cumplir con su palabra tan pronto.
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