En el mismo feudo que supuso el inicio de la impresionante reacción del Zaragoza en Liga el año pasado, el equipo maño arrancó una victoria (1-2) marcada por la expulsión del uruguayo Juan Albín, que cambió la dinámica de un partido hasta ese momento controlado por el Espanyol del argentino Mauricio Pochettino.
Agarrotados ambos equipos en el arranque por las dudas generadas tras sus respectivas derrotas en el debut liguero, el Espanyol se avanzó en el marcador al borde del descanso, pero un penalti que supuso la roja a Albín dio alas al Zaragoza, que logró el triunfo con un tanto del portugués Helder Postiga a falta de dos minutos para el final.
El partido se resumió y marcó su signo en una desafortunada acción de Albín a los cinco minutos de la reanudación, en el que el equipo maño sacó petróleo de la nada, cuando hasta entonces había estado ausente, incapaz de meterse en la dinámica del partido.
Pero en un disparo del irlandés Adam Pinter, el primero de su equipo en todo el partido, el jugador blanquiazul alargó las manos de forma inexplicable y la consecuencia fue fatal. Segunda amarilla, expulsión y penalti.
Apoño no desperdició la ocasión para empatar un encuentro que hasta entonces había ido cayendo poco a poco del lado del Espanyol, quien a pesar de las dudas iniciales fue el único en ofrecer algo sobre el césped en el primer tiempo.
Pero fueron esas buenas intenciones las que siempre le conducían inevitablemente a descubrir sus propias carencias, escenificadas en una preocupante nulidad ofensiva, la pesadilla que atormenta a Mauricio Pochettino en estos días de agosto.
Incapaces los delanteros blanquiazules de crear peligro, tuvo que ser un central, Héctor Moreno, quien guiara a los suyos hacia el marco rival. Omnipresente en las jugadas a balón parado, hasta en cuatro ocasiones remató el mexicano en jugadas de estrategia, aunque sin éxito.
Pero tan preocupante es que deba ser un central el que tome las riendas ofensivas como que sea uno de los jugadores que más posibilidades tienen de salir del equipo, Álvaro Vázquez, el que marcara el primer y único gol periquito.
Cuando el primer tiempo contaba sus últimos minutos, Víctor Sánchez lanzó un balón en largo, directo a la desguarnecida defensa maña. El ghanés Wakaso Mubarak conectó el pase con la puntera hacia Álvaro, que atravesó la desguarnecida defensa maña como un cuchillo y en soledad encaró a Roberto, al que fusiló sin contemplaciones.
Del Zaragoza nada se sabía y, visto el panorama, el gol pareció una sentencia de muerte prematura. Los de Manolo Jiménez apenas conseguían trazar conexiones y Postiga se desesperaba en vanos intentos condenados al fracaso. Hasta que, al regreso del descanso, el penalti de Albín cambió el escenario de forma inesperada.
El tanto desperezó al Zaragoza, que se lanzó al ataque. Cinco minutos después, en una triple ocasión a bocajarro en el área local, el Espanyol daba gracias de seguir con vida, sobre todo gracias al esfuerzo defensivo de un Álvaro Vázquez providencial.
El técnico zaragozista rearmaba a su equipo en busca de la victoria, dando entrada a Aranda para aprovechar la superioridad numérica. Pero el Espanyol se fue rehaciendo con los minutos, hasta equilibrar de nuevo el encuentro.
Las tablas parecían un buen premio para ambos equipos. El Espanyol lograba aguantar un partido cuesta abajo desde la expulsión y el Zaragoza reencontraba aquellas sensaciones perdidas, las de su espectacular recta final del curso pasado.
Hasta que Postiga, el mismo que había luchado el solitario contra todo en el primer tiempo, halló su recompensa al conectar un balón que nadie pareció querer despejar en el área de un Espanyol, castigado por las expulsión y las propias dudas sobre su futuro.
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