Una victoria muy cómoda, encarrilada en la primera media hora con más pegada en ataque que fútbol, alivió la crisis del Atlético de Madrid, pero no las dudas de la afición en torno a la continuidad de Gregorio Manzano contra un Zaragoza incapaz de poner en duda el triunfo del conjunto rojiblanco (3-1).
Ni siquiera el 3-1, con dos goles de Adrián López y uno de Álvaro Domínguez, evitaron algunos breves pero intensos gritos del público contra el técnico y la directiva en el tramo final del encuentro, en el que el equipo del mexicano Javier Aguirre, que suma tres derrotas consecutivas, maquilló el marcador con un gol del portugués Helder Postiga.
Manzano, que le dio una vuelta más al once, con Adrián, Domínguez y Mario Suárez como novedades y con Reyes en la grada, tras sus insultos al técnico cuando fue sustituido en San Mamés, ganó su primera 'final' en el Atlético sobre el césped, aunque no en la grada, con un resultado amplio, 3-1, y efectividad en ataque.
Esa cualidad, añorada desde hace semanas en el conjunto rojiblanco, fue hoy definitiva para el triunfo contra un Zaragoza sin argumentos, ni defensivos ni ofensivos. El asunto del resultado ya quedó resuelto en la primera parte a favor local. Dos ocasiones, dos goles y fin a la racha de siete choques consecutivos sin ganar.
Porque el Atlético, al que le faltó fútbol, que ofreció empeño y más ganas que en las últimas citas, pero el mismo juego previsible, lento e inofensivo de partidos recientes, aprovechó al máximo su primera oportunidad, un pase medido del turco Arda Turan y un cabezazo imparable de Adrián en el minuto 19. Un gol balsámico.
Necesitaba estar por delante en el marcador cuanto antes. La grada, cuya paciencia prácticamente se agotó hace siete días con el 1-1 con el Mallorca, amenazaba con bronca con el 0-0 y con las dificultades del Atlético ante el despliegue defensivo del mexicano Javier Aguirre en el Zaragoza hasta el 1-0.
Por eso, el gol, fruto de una jugada aislada, cuando el choque se movía entre la intranscendente posesión de pelota local y la falta de valentía y convicción ofensiva del equipo visitante, tan preocupado de su retaguardia como tímido en sus contragolpes, no sólo aligeró sus urgencias, sino que le dio un impulso de confianza.
Solo inquietado por el portugués Helder Postiga, un futbolista que arma con rapidez el tiro y que no duda cuando ve cerca la portería rival -fue el único jugador visitante que provocó una estirada del belga Courtois en toda la primera parte-, el equipo rojiblanco firmó el 2-0 a la media hora, en su siguiente ocasión.
Una acción a balón parado, un buen centro pasado de Gabi, un pase de cabeza hacia el segundo palo del uruguayo Diego Godín, con una comodidad en el área contraria inconcebible en Primera División, y un remate final de Álvaro Domínguez, todo ello beneficiado por el desajuste defensivo maño, finalizaron en el segundo tanto (m. 30).
De nada le sirvieron a Aguirre sus cambios de perfil ofensivo en el descanso, con las entradas de Lafita y del portugués Rubén Micael, este último propiedad del Atlético y cedido hasta final de curso en el Zaragoza, ni las necesidades que le imponía el marcador porque nunca fue capaz de discutir los puntos al conjunto madrileño.
Ni siquiera la relajación del equipo rojiblanco le permitió generar algo de peligro sobre la portería de Courtois en el tramo final de la segunda mitad, en el que casi todo el estadio pidió de nuevo la marcha de Manzano, Adrián hizo el tercero, al culminar una jugada individual de Filipe Luis y Postiga marcó el 3-1 final.
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