El Valencia sacó adelante su compromiso ante el Granada tras imponerse por la mínima en un partido muy cómodo para los locales, tanto que cayeron en la indolencia y dieron vida a un rival que tuvo, en la segunda parte, sus opciones para haber sacado algo positivo en su visita a Mestalla.
El Valencia afrontó el partido con mucha intensidad en su arranque, encerrando en su parcela a un Granada que se veía desbordado por el buen juego de los locales.
Un disparo seco de Canales desde la frontal abrió el marcador a favor de los de Unai Emery y supuso el primer tanto del cántabro con la camiseta valencianista, cuando todavía no se habían jugado cinco minutos de partido.
El Granada era un juguete en manos de un Valencia que se sabía superior. El argentino Pablo Piatti y Roberto Soldado pudieron aumentar la ventaja local. Los andaluces poco a poco se fueron metiendo en el partido a base de incrementar una posesión que en los primeros minutos había sido casi exclusiva de los valencianistas.
Los andaluces comenzaron a triangular bien pero adolecieron de llegada, ya que el meta Vicente Guaita apenas tuvo que intervenir en el primer tiempo. El Valencia cayó en la relajación y sus aproximaciones al área rival fueron más contadas aunque siempre con más sensación de peligro que las de su rival.
En la reanudación, el Valencia seguía jugando muy fácil pero no terminaba de concretar su superioridad en el marcador. El Granada comenzó a creer en sus posibilidades ante un rival acomodado que provocó los silbidos en la grada.
El larguero impidió el empate del Granada, en el ecuador del segundo acto, en un remate de cabeza de Iñigo López, que despertó al Valencia que, en la jugada siguiente, disfrutó de un claro contragolpe para marcar el segundo.
El conjunto de Mestalla le imprimió más velocidad en su juego y buscó con más continuidad el segundo tanto que le permitiera afrontar con tranquilidad la recta final del partido.
Pero la animosidad valencianista se diluyó rápidamente. Fue el Granada el que le puso más casta en busca de un gol y le metió el miedo en el cuerpo a un Valencia timorato, que acabó sumando los tres puntos en un partido discreto, en el que dio la sensación de que pudo golear y en el que acabó pidiendo la hora.
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