“Sí se puede, sí se puede”. Las gradas de La Romareda despidieron así a su equipo tras la victoria frente a un irreconocible Athletic. El Zaragoza necesitaba ganar para mantener viva la llama de la ilusión de seguir en Primera y los pupilos de Jiménez no pararon de correr hasta cumplir su objetivo. No fue una tarde para las florituras. Todo lo contrario.
Los maños hicieron del sacrificio una de sus grandes virtudes. Los leones, fieles a su estilo desde la llegada de Bielsa, lo intentaron hasta prácticamente el pitido final, aunque sin la frescura ni el acierto de compromisos anteriores. Los cambios realizados por el míster argentino, numerosos a tenor de su costumbre habitual, acabaron pasando factura a un bloque cargado de buena voluntad y de escasa consistencia.
Edu Oriol, en una gran jugada personal antes del descanso, y Apoño, de falta directa y con fallo de Iraizoz incluido en el arranque de la segunda mitad, sellaron el triunfo local. Los locales se quedan ahora a cuatro puntos de la salvación empatados con el Sporting. Los leones, por su parte, se despiden del sueño Champions. Bastante tela les queda por cortar todavía, en cualquier caso, en las finales de la Europa League y de Copa.
Las opciones de permanencia del Zaragoza pasaban, ante todo, por derrotar al Athletic en La Romareda. Jiménez, consciente de la complicada coyuntura, apostó de salida por un bloque sólido. El míster del conjunto maño situó a su equipo en un muy bien definido 4-2-3-1. Paredes, curiosamente, ejerció esta vez de central.
Bielsa, que el sábado en Lezama había optado por reservarse su once titular, algo inhabitual en él, presentó en el estadio maño una alineación de circunstancias. Baste con señalar que Amorebieta, Llorente, Susaeta, Muniain y Javi Martínez se quedaron en el banquillo. Casi nada. El técnico rojiblanco fue, eso sí, fiel a su idea futbolística.
Los leones, con una defensa y una delantera inéditas, tardaron lo suyo en ajustar las piezas ante un rival que probó fortuna de salida por medio de Apoño y Postiga. El balón parado dio a partir de ahí ciertas opciones a los visitantes, pero Roberto se mostró certero a la hora de desviar los tiros de Ibai e Iñigo Pérez. Los maños, entonces sí, empezaron a apretar a un Athletic carente de solidez defensiva y de control en el centro del campo. Apoño y Postiga, otra vez, pusieron en apuros a Iraizoz hasta que Edu Oriol encontró, de forma incomprensible, vía libre hacia el marco bilbaíno.
El equipo de Bielsa, lejos de venirse abajo, siguió tratando de jugar a lo suyo y a punto estuvo de empatar antes del descanso por medio de De Marcos. El lateral derecho Álvarez, oportuno y certero, llegó a tiempo de sacar el balón bajo palos.
La segunda mitad arrancó con Susaeta en lugar de Gabilondo y el segundo tanto local. Apoño lanzó una falta directa al borde del área e Iraizoz se tragó el balón. El encuentro parecía sentenciado a falta de 40 minutos para el final, pero Bielsa, fiel a su costumbre, no arrojó la toalla. Sus jugadores, tampoco.
El míster del Athletic completó el capítulo de cambios con la entrada de Llorente y Muniain y ajustó piezas sobre la marcha. El Zaragoza empezó a sufrir atrás, circunstancia que obligó a Jiménez a cambiar de central. Lanzaro pasó así a ser la sombra de Llorente.
Los leones se lanzaron de forma descarada al ataque, circunstancia que aprovecharon los maños para salir con peligro,mucho peligro, a la contra. Apoño, Postiga y Zuculini tuvieron en sus botas el tercero, pero Iraizoz y la madera evitaron lo que parecía inevitable. El técnico andaluz, con todo ganado, aprovechó la recta final para dosificar fuerzas con la entrada de Luis García y Pintér. Al final, esta vez sí, ganó el que más lo necesitaba
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