La noche que Pep Guardiola se despedía del Camp Nou, Messi la regaló la victoria (4-0) en su último derbi, al marcar los cuatros tantos del partido -ya lleva 50 en Liga- ante el Espanyol de Mauricio Pochettino, curiosamente el técnico que más puntos le había arrebatado al de Santpedor en los enfrentamientos directos en el campeonato.
Con el foco puesto en el banquillo -el homenaje a Guardiola lo monopolizó todo- y la fiesta en la grada, lo que sucedió sobre el terreno de juego debía quedar relegado a un discreto segundo plano. Tan discreto como el partido que jugaron ambos equipos hasta que Messi se encargó de animarlo.
Porque los jugadores del Barça y Espanyol entendieron desde el inicio que la noche no estaba para alardes futbolísticos ni búsquedas estériles de dosis extras de autoestima, una vez que la liga se ha teñido de blanco para unos y el tren europeo se ha escapado para los otros.
Todos menos la 'Pulga', que poco a poco se fue animando hasta robarle el protagonismo al mismísimo Guardiola con otra actuación estelar.
Messi, siempre Messi, rescató el partido del aburrimiento con un golazo de falta a los diez minutos. Fue lo mejor de una primera parte en la que el Barça ejerció un dominio impreciso y el Espanyol presionaba la salida del balón de los azulgranas con el único propósito de lograr que el partido fuera lo más trabado posible.
Iniesta, hasta entonces el mejor del choque como sucede casi siempre que éste se pone feo, intentó animar la noche con un par de acciones marca de la casa al inicio de la reanudación, pero en el tramo final volvió el 'show' de Messi para encender de nuevo a la grada y calentar aun más el ambiente previo al homenaje a Pep.
Teixeira Vitienes señaló penalti en unas manos involuntarias de Cristian Gómez y el crack argentino lo transformó en el 2-0 al engañar a Cristian Álvarez.
Y fulminó al Espanyol con su velocidad terminal en una contra para hacer el 3-0, justo cuanto los blanquiazules, con un disparo de Forlín y un remate de Weiss que Mascherano despejó bajo palos, más apretaba.
Y, para finalizar, completó el póquer también de penalti -éste ya más claro por un derribo de Forlín a Busquets- volviendo a engañar a Cristian justo antes de irse directo al banquillo para abrazar a Guardiola y dedicarle su gol 50 en Liga.
Todos sus compañeros fueron detrás de él para fundirse en un abrazo con su técnico, escenificando el profundo agradecimiento para el entrenador que ha marcado una era en el Barça, la era Guardiola.
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