El Real Zaragoza irá dentro de una semana a Getafe dependiendo de sí mismo para lograr la permanencia, tras hacer sus deberes ganando al Racing, a lo que se unió la carambola perfecta con la que soñaba en la que perdían sus tres rivales directos, Granada, Villarreal y Rayo Vallecano.
A pesar de todo, el equipo aragonés sigue en posición de descenso pero el enfrentamiento en Vallecas entre Rayo Vallecano y Granada de la última jornada es el que hace que sean sus propias fuerzas las que vayan a marcar su destino la próxima temporada.
La reacción zaragocista a partir del mes de marzo ha terminado afectando a todos aquellos rivales que se vieron salvados, algunos de ellos casi llegaron a festejarlo abiertamente, y que ahora deberán afrontar noventa minutos con su futuro en juego.
Los zaragocistas asumieron desde el pitido inicial que debían tomar las riendas del partido frente a un conjunto santanderino que le dejaba hacer y no estaba nada incómodo sin tener el control del balón.
En el equipo aragonés la distribución del juego volvieron a asumirla a partes iguales Rubén Micael y Apoño, que suministraban balones a las bandas que trataban de crear peligro con balones aéreos en busca de Helder Postiga y el goleador de los últimos encuentros, Edu Oriol.
Ya se habían consumido diez minutos de juego sin que los racinguistas se hubiesen acercado hasta las inmediaciones de la portería de Roberto que era un mero espectador.
Una falta en apariencia sin ningún tipo de peligro, en la parcela central, la colgó Bernardo y en el barullo del área Christian consiguió tocarla con la cabeza y meterla en la portería maña. Los temidos balones aéreos y balón parado, en los que tanto ha insistido Manolo Jiménez en las sesiones preparatorias volvían a poner en evidencia uno de los grandes problemas defensivos del equipo aragonés.
Los racinguistas ya le habían dado el susto a un equipo al que solo le valía la victoria, aunque no se dejaron atenazar por los nervios y en tan solo dos minutos un centro desde la banda derecha lo cabeceó impecablemente Postiga para restablecer el equilibrio en el marcador.
El partido volvió a donde había estado en los minutos iniciales, aunque los cántabros intentaban salir al contragolpe, porque su rival, a base de presión y mayor intensidad, le impedía hilvanar más de tres combinaciones consecutivas.
El abrumador dominio territorial que ejercían los hombres de Manolo Jiménez no conseguían plasmarlo en el marcador, aunque el peligro rondaba constantemente la portería defendida por Mario pero sin fortuna.
Las diferentes llegadas provocaron que los zaragocistas dispusieran de un par de buenos disparos, de Pintér a los 22 minutos y de Edu Oriol, pasada la media hora, que pusieron a prueba las cualidades de Mario.
El equipo aragonés quería pero no podía superar la barrera de hombres que había interpuesto Álvaro Cervera para tratar de impedir las llegadas de su adversario.
En la reanudación enseguida se vio que la escasez de fuerzas impedían a los maños encontrar la fluidez necesaria para volver a ponerse por delante, pero el corazón empujaba allí donde la acidosis hacía acto de aparición.
A los siete minutos de la reanudación, Edu Bedia casi deja sin respiración a una repleta Romareda en una volea que obligó a Roberto a estirarse casi más allá de lo esperable para impedir el gol.
El cerco zaragocista se fue haciendo cada vez más intenso, pero a los maños les faltaba el punto de acierto necesario para introducir el balón en la portería santanderina. El termómetro que les delataba eran los continuos fuera de juego en los que incurría Postiga.
En un par de ocasiones se interpuso el larguero a remates de Lafita. Apoño escorado a la banda derecha en la segunda mitad cruzaba una y otra vez balones a los que no llegaron por poco los atacantes maños, volcados definitivamente en busca del gol del triunfo.
El continuo acoso y derribo maño hizo que los nervios en los defensores racinguistas no achicasen con demasiada solvencia el peligro constante que les llegaba.
La entrada de Luis García le otorgó a su equipo un poso de tranquilidad y en una de las acciones se quedó solo ante Mario que sacó el balón como pudo y el rebote le fue a parar a Postiga que falló pero junto a él estaba Lafita que empalmó el balón al fondo de las mallas ante el delirio de una afición que por enésima vez se había entregado a su equipo.
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