Real Zaragoza sigue sin renunciar a la permanencia y volvió a dar un nuevo paso con la esperanza de lograrla superando a un Levante que se jugaba buena parte de sus aspiraciones de Liga de Campeones, en un partido en el que cuando fue necesario jugar o cuando se atascó el que mejor lo hizo fue el equipo aragonés.
Con los tres puntos sumados ante el Levante, el equipo aragonés ve por primera vez en las últimas jornadas a un equipo a un solo partido de distancia, en este caso el Rayo Vallecano, aunque con el problema de que con los madrileños tienen perdido el golaverage.
Como ya sucedió frente al Athletic, la lata del rival zaragocista la abrió un desconocido Edu Oriol hasta la llegaba al banquillo de Manolo Jiménez. El gol vale tres puntos que a su equipo le permiten conservar un poco más viva si cabe la ilusión de la permanencia.
Desde el comienzo, los levantinos cedieron el control del balón a los locales que, lejos de renunciar a su posesión, lo quisieron para intentar poner cerco a la portería de Munúa lo antes posible y adelantarse en el marcador.
La asociación que hicieron en el centro del campo zaragocista Antonio Galdeano 'Apoño' y Rubén Micael, con la colaboración de Franco Zuculini, se convirtió en la máquina generadora de juego y peligro para su equipo.
Tras unos primeros minutos de tanteo, Ángel Lafita controló un balón dentro del área y en la media vuelta disparó con potencia pero no pudo sorprender al cancerbero visitante.
El conjunto de Juan Ignacio Martínez intentaba no dejar espacios por los que pudieran colarse los zaragocistas, hasta que un centro de Abraham no acertaron a despejarlo con contundencia los defensores levantinos. El balón cayó prácticamente muerto dentro del área a los pies de Edu Oriol, que en esta recta final de la temporada se está mostrando especialmente motivado e inspirado, y con solvencia envió su remate al fondo de las mallas.
Los maños, que partían con la máxima de imponerse en los tres encuentros que restan a la espera de que alguno de los adversarios que les preceden en la clasificación, tenían el partido donde querían. Con el primer cuarto de hora recién cumplido, Apoño lanzó una falta que se fue fuera por poco.
Al Levante le costaba mucho demostrar su elevada posición en la tabla, echando demasiado en falta las ausencias de su mejor artillero y de su mejor asistente, Koné y Barkero respectivamente, y no era capaz de encontrar la manera de acercarse con peligro al área defendida por Roberto.
Los levantinos únicamente llegaban con peligro como consecuencia de alguna pérdida de balón y así lo demostraron un par de remates desde fuera del área de Botelho y Valdo.
Unos minutos en los que los maños dieron un ligero paso atrás en el control del partido fue cuando llegaron las acciones más peligrosas de su rival, sobre todo a balón parado con el veterano Farinós como maestro de ceremonias. En una de ellas, justo antes de cumplirse la primera media hora, colocó el balón en el centro del área y el remate de cabeza de Iborra lo sacó como pudo Roberto.
Tras el descanso, los valencianos adelantaron su línea de presión varios metros lo que impedía a los zaragocistas manejar el cuero con la comodidad con la que lo habían hecho en la primera mitad y no conseguían hilvanar acciones de peligro.
El paso de los minutos hizo que el partido se fuese trabando, sin que los visitantes consiguieran acercarse con peligro, y el equipo de Manolo Jiménez era incapaz de encontrar la fluidez de la primera parte.
Con la calidad futbolística muy mermada en ambos bandos, la casta y la entrega se adueño del terreno de juego y en esa faceta el equipo aragonés, por su tremenda necesidad de ganar para seguir vivo, superaba a su rival. Nadie se escondía a pesar de que las fuerzas estaban cada vez más y quedaba patente sobre el césped.
A los levantinos les entraron las prisas en la recta final del encuentro para intentar llevarse algo positivo tratando de sacar provecho si hacían acto de aparición los nervios en los maños. A fuerza de vivir en el alambre, los blanquillos gestionaron a la perfección los últimos minutos en los que a lo único que pudieron agarrarse fue a la ilusión y el empuje de una afición que no cesó de animarlos.
A falta de cinco minutos, el Zaragoza pudo cerrar el partido con un centro de Luis García al que entraron con todo Rubén Micael y Postiga y el balón acabó dentro de la portería, pero fue invalidada por fuera de juego de ambos. A renglón seguido a punto estuvieron de sorprender a la contra con un Ballesteros lanzado pero tampoco lograron su objetivo.
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