Levante y el Real Zaragoza empataron sin goles en el Ciutat de València en un partido sin apenas orden, deslucido y sin ocasiones de gol en el que ninguno de los dos oponentes mereció el triunfo por el juego desplegado sobre el terreno de juego.
El Levante comenzó el partido descentrado. Fallos en el pase y pérdidas de balón presidieron los instantes iniciales del juego del equipo local ante un Real Zaragoza que no supo aprovechar alguno de los regalos defensivos que le concedió su rival en los primeros compases.
Superado el cuarto de hora, el Levante mejoró, si bien ni su centro del campo ni el del Zaragoza lograba imponer su juego en línea de creación, lo que se tradujo en una conexión nula por parte de ambos equipos con sus delanteros.
Con un Levante más ordenado en su juego, al Zaragoza se le notó más incómodo sobre el terreno de juego, si bien el juego de ataque en ambas formaciones seguía sin aparecer. Así, el uruguayo Gustavo Munúa y Roberto Jiménez apenas tuvieron que intervenir en sus porterías a lo largo de los primeros cuarenta y cinco minutos.
En el primer tiempo el Levante esperó en su campo al Zaragoza para salir a la contra y, aunque Koné lo intentó, no pudo con la defensa de un equipo visitante que quiso jugar el balón pero sin suerte y en el que Helder y Lafita también se encontraron con la zaga rival más acertada.
En los primeros compases de la segunda mitad el Levante adelantó líneas y tuvo más posesión del balón, pero la defensa del equipo de Manolo Jiménez no daba concesiones y evitaba que llegasen balones cómodos a los atacantes locales.
Después de unos primeros minutos de más intensidad el partido volvió a estar marcado por los fallos en ambos bandos. Sólo algunas internadas del marfileño Aruna Koné lograron despertar a la grada en el que, probablemente, haya sido el partido más pobre de juego en el Ciutat de València.
Mientras que Jiménez daba entrada a Aranda en el ataque visitante Juan Ignacio hacía lo propio con Rafa Jordá, aunque el panorama apenas varió en dos equipos que se mostraron sin mordiente ofensiva durante los noventa minutos de juego.
La mejor ocasión, y casi única, del partido llegó en la recta final, cuando el portugués Helder Postiga disparó a portería desde dentro del área y el balón salió pegado a un palo, aunque su compañero Juan Carlos estaba solo y mejor situado ante Munúa.
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