El Barcelona pudo ganar en el tiempo añadido si Piqué no hubiera estrellado el balón en el larguero o el árbitro hubiese señalado penal por unas manos claras de Raúl Rodríguez en el posterior remate de Pedro, pero lo cierto es que no mereció ganar en Cornellà-El Prat ante un Espanyol que se hizo acreedor al resultado al desplegar un buen planteamiento de su técnico, Mauricio Pochettino
El Barcelona, en uno de los peores que se recuerdan en la época Guardiola, fue merecedor, como mucho, del empate que finalmente reflejó el marcador (1-1), pues el Espanyol hizo méritos de sobra para no perder.
Salió el conjunto blanquiazul tal como anunció Pochettino en la víspera: a buscar al Barça, y lo hizo desde la mismísima salida de balón de Valdés. Intenso, presionando muy arriba, robando rápido y lanzando la contra con un fútbol vertical, encontró su recompensa.
Asfixió al equipo de Pep Guardiola, con Forlín y Romaric trabajando a destajo, le hizo perder el control del partido y le creo varias ocasiones de gol, sobre todo en la primera mitad.
Verdú, pieza capital del ataque blanquiazul, tuvo la más clara a los cinco minutos de juego, en un doble remate. Valdés, primero, y Piqué, después, sacaron el balón bajo palos.
Luego llegaría un disparo de Sergio García, un par de acciones del Thievy y alguna llegada local más, sobre todo en unos minutos eléctricos justo antes de llegar al descanso. Sin embargo, al Espanyol le faltó pausa en la definición y, además, se marchó al vestuario con un inmerecido 0-1 en contra.
Un testarazo de Cesc al cuarto de hora tuvo la culpa. El de Arenys de Mar, que hoy disfrutaba de su primer derbi como profesional, llegó desde la segunda línea para rematar con la cabeza un centro de Alves.
Cristian Álvarez se comió el balón. Al portero argentino le pudieron los nervios en su primer derbi como titular. Tres minutos antes la había pifiado a lo grande al regalar un pelota a Messi que acabó en un gol de Cesc anulado por mano de la 'Pulga' en el control.
Poco después necesitaría dos tiempos para blocar un inofensivo tiro de Iniesta. El meta españolista redondeó su noche aciaga lesionándose el solo a diez minutos para el final.
En la media parte, Pochettino dio entrada Javi López por Weiss y adelantó la posición de Romaric, buscando dotar de más músculo el centro del campo. Sabía que su equipo no aguantaría el ritmo de la primera mitad y que el Barça no se podía permitir una segunda parte tan poco consistente como la primera.
Veinte minutos después Romaric abandonaba el campo fundido y Pochettino iba a por el empate poniendo otro delantero, el joven Álvaro Vázquez.
Había pasado una hora y el Espanyol todavía aguantaba el tipo. Ni rastro del fútbol de seda del Barça. Ni rastro de Messi, intermitente en su juego, indolente en el repliegue, ausente en varias fases del choque. Si hoy el "crack" argentino hubiera dicho que tenía la gripe, todo el mundo le habría creído.
Xavi e Iniesta se buscaban en la línea de tres cuartos buscando darle algo de pausa al partido, un poco de aire a su equipo, pero casi nunca se encontraban.
Pese a la imagen desdibujada que estaba ofreciendo su equipo, Guardiola no movió el banquillo hasta veinte minutos antes del final. Pedro entró por Alexis y el canario asistió a Messi en la única ocasión que dispuso el argentino: un disparo que se estrelló en el palo.
A falta de cuatro minutos para el final llegó el cabezazo a gol de Álvaro. Cornellá-El Prat se vino abajo. Piqué y el árbitro no acertaron en la última jugada del partido. Y al Barça se le escapó hoy un pedacito de Liga.
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