El FC Barcelona apeló a la épica para vencer, por 3-1, al Sporting de Gijón, cuyo técnico, Javier Clemente, planteó un encuentro muy a la defensiva, que se le había complicado al equipo local cuando se quedó con un hombre menos al inicio de la segunda parte.
La visita del penúltimo clasificado parecía propicia para el que el equipo de Pep Guardiola recuperase sus mejores sensaciones y lograse una cómoda victoria que pusiese una mínima presión al plácido liderato del Real Madrid. Sin embargo, tuvo que sudar sangre para conseguir su propósito.
Clemente, el técnico que hace poco confesó aburrirse viendo jugar a este Barça, decidió que era el día de "divertir" al respetable con una alineación con cinco defensas, ni un solo delantero nato, Cases persiguiendo por todo el campo a Cesc y el mediapunta De Las Cuevas como única referencia en ataque.
Con este guión, el Sporting tardó diez minutos en pasar de medio campo, aunque es cierto que cuando por fin lo hizo, Mendy lo aprovechó para poner a prueba a Valdés, con un tiro inocente y lejano, eso sí, que el meta azulgrana atajó sin problemas.
Al conjunto azulgrana, hoy más que nunca amo y señor del balón, le costó un mundo derribar la muralla clementina. Le faltó la habitual movilidad de su puntas, más llegada de los hombres de segunda línea y un poco más de velocidad en la circulación.
Además, no tenía a Messi para desatascar el partido con alguna genialidad, así que tuvo que esperar al filo del descanso para doblegar por fin la resistencia del conjunto asturiano.
Fue en una jugada de tiralíneas entre Adriano, Keita e Iniesta que remató este último a gol, irrumpiendo entre la línea defensiva sportinguista como un vendaval.
Antes del tanto local, Juan Pablo apenas había tenido que emplearse en un par de llegadas, aunque pasaran muchas cosas en el área visitante, como un gol anulado a Pedro por fuera de juego, un posible penalti de Gálvez a Alves y otro más discutible de Botía a Keita.
Pero la jugada clave del partido se produjo en el primer minuto de la reanudación, cuando Velasco Carballo expulsó con roja directa a Piqué por engancharse en una carrera con De las Cuevas, cuando éste estaba a punto de internarse en el área para encarar a Valdés.
En la siguiente acción, Barral, que acababa de entrar en el terreno de juego, le robó la cartera a media defensa azulgrana para meter la puntera a un centro de Mendy desde la derecha y enviar el balón al fondo de la red.
El Sporting acababa de empatar en su segunda llegada de todo el partido, el Barça tenía que volver a trabajar la victoria pero esta vez con un hombre menos y el Camp Nou entendió que era el momento de salir al rescate de su equipo.
Guardiola decidió no tocar la zaga tras la expulsión de Piqué y aprovechar que éste se había ido antes de tiempo a la ducha para defender solo con tres atrás. Arriba apostó por la efervescencia de Tello y Alexis, y el Barça, herido en su orgullo, se fue definitivamente a por el partido.
El árbitro no señaló como penalti una acción de Cases por tocar un balón con la mano, cuando estaba caído en el suelo, en plena ofensiva azulgrana, lo que caldeó aún más los ánimos de la afición culé.
Con un excelso Iniesta al mando de las operaciones, el conjunto azulgrana insistía e insistía, pero con demasiada sobreexcitación. Keita se la quitó toda de golpe con un zapatazo a las escuadra desde la frontal a once minutos para el final. El malí y la grada celebraron el tanto como si se tratara de una final.
Luego llegó el 3-1 de Xavi tras otra genialidad de Iniesta, el premio a un equipo que quiso jugar a fútbol y el castigo al planteamiento de Clemente.
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