Zaragoza logró una meritoria e increíble victoria en su visita a Mestalla, pese a jugar en inferioridad numérica durante más de una hora, ante un Valencia que fue muy superior pero que no supo plasmarlo en el marcador y que acabó siendo despedido por sus aficionados con una "pañolada".
Nadie hubiera apostado nada por el colista en los primeros compases del partido cuando el Valencia mandaba en el marcador, jugaba con uno más y se mostraba muy superior a su rival.
Pero un inexistente penalti en el primer tiempo, la casta del Zaragoza y la falta de acierto local en el remate fueron argumentos suficientes para tirar por tierra la buena imagen ofrecida por el Valencia el pasado domingo en San Mamés y para dar un balón de oxígeno y moral al equipo aragonés.
Unai Emery planteó el partido con una alineación muy ofensiva aunque el Zaragoza encaró también el duelo de forma atrevida, con una fuerte presión en la zona defensiva del Valencia y con una línea de retaguardia muy adelantada.
Precisamente el Valencia pudo sacar tajada de esta circunstancia al romper el fuera de juego, pero Aduriz, completamente solo, remató al cuerpo del portero con todo a su favor. Pese al susto, el conjunto maño siguió apretando al equipo local, complicando mucho su salida de balón.
Sin embargo, en cuanto el Valencia conseguía acercarse al área del Zaragoza lo hacía con mucho peligro y a los diez minutos, Pablo aprovechó perfectamente una gran jugada de Soldado por banda derecha para adelantar a su equipo, aunque Aduriz, en posición dudosa, se encontraba en la trayectoria del balón.
Los de Emery encontraron una mina por la banda izquierda del Zaragoza, y de nuevo Aduriz desperdició otra clarísima ocasión para marcar, tras una buena jugada entre Soldado y Barragán.
El Valencia jugaba a placer y parecía que las cosas aún le iban a ir mejor cuando el colegiado expulsó al zaragozista Álvarez. Sin embargo el efecto fue el contrario.
El cuadro local se relajó y todo se le complicó aún más cuando a la media hora el árbitro sorprendió a todos, incluido los jugadores maños, al señalar una pena máxima a favor del Zaragoza cuando todo el mundo pensaba que había pitado manos de Aranda. Apoño transformó el penalti, empató y el partido entró en una fase de tensión y juego brusco que favoreció a los intereses de los aragoneses.
Pese a ello, el Valencia pudo marcharse al descanso con ventaja, pero ni Soldado ni Aduriz acertaron sendos remates en los minutos finales del primer acto.
En la reanudación, el Valencia acorraló al Zaragoza en su campo. Con buenas entradas por las bandas, las ocasiones se iban sucediendo a favor del cuadro local y el meta Roberto se multiplicaba para evitar el tanto.
El gol parecía que era solo cuestión de tiempo, pero los minutos se fueron sucediendo. El Zaragoza fue acumulando efectivos en defensa, y a perder el tiempo, y al Valencia comenzaron a entrarle los nervios, que se convirtieron en histeria cuando Apoño hizo su segundo gol, con un potente disparo, que finiquitó el partido, ya que el Valencia estaba definitivamente reñido con el gol.
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