Dos tantos en el último cuarto de hora permitieron al Málaga remontar un disputado encuentro ante el Espanyol (1-2), que permite a los andaluces situarse en puestos de Liga de Campeones, mientras que los de Mauricio Pochettino caen de los de Liga Europa.
En esa lucha por los sueños, el duelo desprendió sabor continental, de media tarde anglosajona, de fútbol sin cortapisas ni medias tintas. No solo por los puestos europeos de ambos equipos en la tabla, sino por el destino que llama a la puerta, llámese Liga Europa, quién sabe si Liga de Campeones a la postre.
Rondan Málaga y Espanyol la delgada línea roja que separa la gloria del fiasco, el limbo de los sueños y la pura y dura realidad. Más aún cuando al cuarto de hora se anunciaba que el Levante, poseedor ahora del último billete hacia la Champions, ya cedía ante Osasuna. Pocas veces se dan oportunidades así.
Por ello, cuando las alturas del campeonato dictan que lo fácil es no arriesgar, el partido lo dominaron los artistas y eso siempre fue buena noticia. Coutinho e Isco, apasionados amantes del cuero, tripularon sus equipos y se repartieron el dominio del juego a partes iguales en el primer tiempo.
Primero el Espanyol, tan encendido desde el arranque como frágil en sus llegadas. Desplegado bajo las batutas de Coutinho y Verdú, la insistencia juvenil de Weiss y un Uche peleón, el conjunto blanquiazul obligó al Málaga a agazaparse en su terreno, prudente, enrocado alrededor de ese faro incansable que es Demichelis.
El dominio tranquilo de los locales, casi inocente, tuvo su contrapunto en la pillería de Coutinho, más listo que nadie cuando provocó una falta en la frontal. Brincó la barrera y el brasileño lanzó raso bajo ella, colocando su disparo al palo, tan inalcanzable para Caballero que incluso el meta se lesionó al intentar detenerlo.
Doble golpe. Mientras Cornellà celebraba el cuarto gol de Coutinho en nueve partidos, Willy se retiraba del campo dando entrada a Kameni. Cosas del destino, no solo debutaba con el Málaga en Liga, sino que lo hacía en el que fue su hogar durante ocho años.
Lejos de quedarse noqueado por las inclemencias, el parón de juego espabiló al Málaga, quien debió acordarse que, como decía Shakespeare, puede que sea el destino baraje las cartas, pero son los hombres quienes las juegan. Y de eso Isco sabe un rato.
A su alrededor se avivó la reacción andaluza, quien en menos de diez minutos ya se había topado dos veces con el poste. Primero Maresca a la cruceta, después Isco tras una magnífica jugada colectiva. El azar y el éxito, tantas veces caprichosos por cuestión de centímetros, por cuestión de minutos.
Minutos, los que pasaron volando tras el descanso, cuando la estética se dejó a un lado y entraron en acción las urgencias. Pochettino puso en el tablero a Romaric para blindar a su equipo y casi la victoria, cuando un excelente lanzamiento de falta del marfileño lo desvió un sensacional Kameni.
Y minutos, un par, los que apenas necesitó el Málaga para tumbar al Espanyol, los que le bastaron a Van Nistelrooy desde que entró al terreno de juego para mandar el balón al fondo de la red.
Un magistral cambio de banda de Cazorla a un cuarto de hora del final fue recogido por Isco, que encaró la meta local. Javi López logró interponerse en su camino en el último momento, pero el rechace cayó a los pies del artillero holandés. No perdonó.
Tampoco otro jugador de la vieja escuela, Demichelis, cuando dos minutos después aprovechó otro balón muerto en el área, esta vez tras un saque de esquina de Cazorla que cabeceó Rondón y salvó el meta local, que poco pudo hacer ante el disparo posterior del argentino. En nada, el Málaga había dado la vuelta al partido.
Ni siquiera la entrada de Pandiani, héroe ante el Betis, llevó a conseguir la machada. Los malagueños se encaraman a Liga de Campeones, tras la derrota del Levante ante Osasuna. El mismo equipo que aparta al Espanyol de Europa. Y todo en cuestión de minutos.
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